Primer Día
Buzo, remera, eso es fácil. Medias, pies, pelitos, uñas, pantalones. Alerta amarilla. Pero calzoncillos: alerta Roja. Actúo con total normalidad. Meto todo en la mochila y la dejo por la ventanilla. Hola, estoy en pelotas. ¿Viste que frío que hace afuera? Ah, sí, me gusta tenerlo cortito, es más cómodo. Bueno, ¡que tengas un buen día!
Dicen que te relaja.
Voy para las duchas. Todo es anaranjado y blanco. Hace calor. Nunca me llevé bien con los vestuarios. Creo que es por falta de costumbre. Eso de hacer deporte siempre fue algo que le pasó a otra gente, no a mí.
Entro en las duchas y un pequeño terrorista grita y señala al hombre que se está duchando cerca. Pero yo no lo miro. Aunque no haya paredes, aunque no haya ni siquiera una puta mampara de vidrio. Yo no lo miro pero puedo verle los pelos de la espalda y las líneas horizontales del abdomen. Se mantiene la alerta Roja hasta nuevo aviso.
Dicen hace bien al corazón.
El agua está caliente. Me gusta el agua, me quedaría horas en el agua. Cierro las canillas y me seco, rápido. Me pongo la malla. Alerta naranja. Me dirijo a la revisación médica manteniendo la frente en alto, con total naturalidad. Hay cola para entrar en la revisación. Una cola de dos personas, Pelusa y yo. Pelusa es el hombre que está adelante mío. No puede llamarse de otra forma. No le miro el slip azul. Pero pienso, ¿Cómo me quedaría un slip? ¿Qué diferencia hay entre una sunga y un slip? Entonces es cuando recuerdo las descripciones de las señoras que vuelven totalmente indignadas de Brasil por la falta de tela de dichas prendas. (Aclaración para quien no oyó hablar nunca a estas señoras indignadas: la sunga se te entanga). Definitivamente no podría usar un slip, y menos una sunga. Sigo atrás de Pelusa, medio mojado. Malla, ojotas y alerta amarilla. La cola no se mueve. Y no me refiero a la del slip, aunque no sé si se mueve o no, porque no la estoy mirando. Pelusa golpea la puerta otra vez. Ahí le abren de toque. Se ve que la primera vez no golpeó lo suficientemente fuerte. Ya me cae bien Pelusa. Seguro que es una persona tranquila, de perfil bajo, inteligente y considerado. Entra y yo me quedo delante de la puerta. Tiene un cartel:
"Se revisarán los pies, el cuero cabelludo, los ojos, las axilas, la boca, los oídos y la zona inguinal."
Dicen que es el ejercicio más completo que hay.
Abren la puerta. Alerta Roja. Pelusa no está. Desapareció. Una chica, trabajadora de la medicina, me obliga a entrar con amabilidad. Son todos muy amables conmigo. Deben saber por lo que estoy pasando. Hay una camilla, una mesa y varias cosas más que prefiero no ver. Me pidió que le muestre los pies, que separe los deditos, que abra los brazos. Que incline la cabeza. Hasta ahí todo bien. Yo, totalmente entregado. Me mira y me dice que me suba la malla. Yo me la enrosco hasta arriba y le muestro mi zona inguinal mientras mantengo un patético equilibrio.
Me da un papelito y me dice que pase por la otra puerta que da directo a la pileta.
4 comentarios:
Este cuento lo había hecho a partir del descubrimiento del señor ManosDeTijera alias Gordon nosequé. Editor de un conocido escritor que tampoco recuerdo en este momento.
Espero que sea disfrutable,
salu2!
che pato esta bueno, parecia que ibas a salir corriendo...
aparte, cuando pusiste ese contador de las visitas al blog?
jajajj
Es ficción Tomás es ficción!!! :P
El contador lo puse hace dos semanas maso menos...
salu2!
yo sólo quisiera decir que: "Hola, estoy en pelotas" = jajajajjajajajajjajajajajjjaaaaj
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